La magnitud de las enfermedades mentales en este país es asombrosa. Según el director general de servicios de salud, uno de cada cinco estadounidenses padece un trastorno mental en un año determinado y la mitad de todos los estadounidenses padecen este tipo de trastornos en algún momento de sus vidas. Estas enfermedades del cerebro nos afectan a todos, independientemente de la edad, el sexo, la situación económica o la etnia.

Casi todas las personas que se sientan en los bancos de la iglesia han sido afectadas de alguna manera por una enfermedad mental. Y, sin embargo, las personas y las familias siguen sufriendo en silencio o dejan de acudir a su comunidad de fe porque no reciben el apoyo que necesitan desesperadamente. Se alejan de su comunidad de fe y de su espiritualidad, que es una fuente importante de sanación, plenitud y esperanza en tiempos de oscuridad personal. ¡HAY ESPERANZA!